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Yuli Velásquez: La defensora anfibia de Colombia camina al lado de su comunidad

 

Brigadas Internacionales de Paz celebra el Día Internacional de las Defensoras de los Derechos Humanos, un día para alzar las voces y las victorias de las mujeres que desafían sin miedo el status quo. Estas valientes mujeres no sólo defienden derechos, sino que están forjando el futuro: defendiendo nuestras libertades fundamentales, nuestro planeta compartido y la dignidad de todas las personas. Durante más de 40 años, PBI ha estado presente para garantizar que las mujeres defensoras puedan realizar su trabajo de forma segura y eficaz. 

«Nadie te paga por ser líder, lo haces por vocación. Pero ser líder te permite salvar vidas, salvar fuentes de agua, salvar las flores y las plantas, así que estamos contentos porque miramos a nuestro alrededor y vemos todo lo que hemos salvado.» 

- Yuli Velázquez

Introducción

La defensora del agua Yuli Velásquez lucha por la protección del agua limpia para asegurar un futuro para los animales, las plantas y su comunidad, en Colombia, eso también significa luchar por su propia vida. En 2022, Colombia volvió a ser el país más peligroso del mundo para las personas defensoras del medio ambiente por segundo año consecutivo, con 60 líderes y lideresas asesinadas. Incluso a nivel mundial el 30% de todos los ataques contra las personas defensoras de los derechos humanos están relacionados con sectores extractivistas como el petróleo y la minería. Yuli y las valientes defensoras continúan su dedicación al medio ambiente a pesar de todo.
 

Formada por el agua

Yuli Velásquez creció a orillas del río Magdalena, en el noroccidental departamento de Santander, Colombia, en una de las muchas comunidades cuyas vidas están entrelazadas con los humedales de San Silvestre. La ciudad de Yuli, Barrancabermeja, es escenario de un peligroso nexo entre los actores armados, políticos y militares y  las empresas extractivistas. Es en este contexto que los miembros de la comunidad como ella y sus padres, protegen a los animales y el agua de la contaminación. Yuli aprendió la responsabilidad de cuidar la tierra de su madre, Yasmín, una destacada líderesa social, y de su padrastro, un líder y pescador que fue asesinado por los paramilitares por su labor de promover la protección del medio ambiente por encima del lucro. A pesar de la lucha constante, Yuli ha visto cómo aumentaban los contaminantes en el agua, los manatíes muertos en las orillas y la violencia en las riberas. 
 

Siniestras amenazas para el medio ambiente

Yuli señala a empresas como Ecopetrol, la mayor compañía de gas de Colombia, que han convertido su región del Magdalena Medio en un paisaje de extracción de petróleo. A medida que la salud de las personas de las comunidades ribereñas se debilita, los presuntos vínculos entre Ecopetrol y las estructuras herederas del paramilitarismo se hacen más fuertes. Ahora, como directora de la Federación de Pescadores Artesanales, Ambientales y Turísticos de Santander (Fedepesán), la organización lidera la protección de las fuentes de agua de diferentes especies de plantas y animales, además de impartir la educación medioambiental. Sus responsabilidades la llevan a entrar en los humedales aislados, incluso de noche, para poder hacer observaciones precisas de la vida acuática. Antes ni siquiera podía llegar a ciertas partes de los humedales porque individuos identificados y armados patrullaban los cursos de agua. Yuli dice que ahora, con la presencia y el apoyo de PBICREDHOS, los agresores ven los chalecos verdes de PBI y se preguntan «¿quiénes son?» y «¿de dónde vienen?»: saben que la comunidad internacional está vigilando. 

Los rostros de la violencia

A través del acompañamiento a Credhos, PBI ha estado a su lado en varias circunstancias a raíz del elevado riesgo que enfrenta; Yuli por ejemplo ha hablado públicamente de la corrupción entre los actores locales como la Corporación Autónoma Regional de Santander y la Unión Temporal San Silvestre. La reacción ha sido intensa y violenta: hasta el día de hoy ha habido no menos de tres atentados contra su vida por parte de actores armados. Las mujeres que realizan este trabajo son especialmente vulnerables, ya que a menudo se enfrentan a un grado de intimidación incluso mayor que los hombres. Esto no sólo daña la credibilidad de Yuli, sino que crea miedo, lo que hace que los miembros de la comunidad teman mostrar públicamente su apoyo a sabiendas de las consecuencias. 

Las mujeres que realizan este trabajo enfrentan riesgos diferenciales, por ser defensoras y por ser mujeres. Las estrategias represivas puestas en marcha, apuntan no solo a intimidar sino también a dañar la credibilidad de las defensoras y lideresas como Yuli; una consecuencia directa es la creación de miedo y ruptura del tejido social, lo que hace que las personas de la comunidad teman mostrar públicamente su apoyo por temor a las represalias. Yuli cuenta que en conversaciones privadas muchas personas la apoyan pero le dicen «mira todo lo que te ha pasado, si hablamos, nos pasará lo mismo». Entiende su resistencia, pero se mantiene firme en su afirmación de que son una comunidad más fuerte cuando se hacen oír contra las injusticias, a pesar de tener que mirar constantemente por encima del hombro. 
 

Futuras generaciones de defensores del agua

Yuli describe que las generaciones más jóvenes no están tan interesadas en conectar con la naturaleza debido a la estigmatización negativa que supone unirse al movimiento para salvar el medio ambiente. Incluso sus hijos llegaron a pedirle que se marchara de Barrancabermeja en busca de una vida más segura, una petición imposible. En lugar de eso, se los llevó con ella para que participaran más en el trabajo y adquirieron un mayor respeto por su madre y su papel en la protección del agua. Crear resistencia intergeneracional es esencial para protegerse a sí misma y a la tierra. Yuli trabaja en la comunidad con personas de todas las edades para demostrar que todas y todos pueden participar en la protección de la comunidad. Cuando los y las más pequeñas ven que una abuela sigue dedicando tiempo a formar parte del movimiento, les dicen «si ella puede hacerlo, ¿qué excusa tenemos nosotras?». Grupos de estudiantes vienen de las universidades de Bogotá, la capital del país, para aprender de las comunidades sobre la rica biodiversidad de Colombia y la necesidad de que defiendan los derechos al agua.
 


Conclusión 

Para Yuli, proteger el agua en el Magdalena Medio significa algo más que salvar el ecosistema, sino preservar las prácticas de comunidades de pescadores artesanales como la suya para que las sigan practicando las generaciones venideras. En los momentos de tensión se siente reconfortada por la presencia de las personas voluntarias de PBI en su comunidad. Yuli Velásquez nos recuerda que ser defensora de la tierra requiere una gran capacidad de resistencia, una comunidad solidaria y una esperanza inquebrantable de que un mundo mejor es posible.
 

Escrito por: Yadira Sánchez-Esparza