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Entrevista a Alberto Xicoténcatl de la Casa del Migrante de Saltillo

Entrevista a Alberto Xicoténcatl de la Casa del Migrante de Saltillo

México D.F., 1 de junio de 2015.- Entre los meses de mayo y diciembre de 2015 PBI México divulga una serie de entrevistas a personas defensoras de derechos humanos con las que mantenemos una relación de acompañamiento o de colaboración estrecha. Este presentamos la entrevista a Alberto Xicoténcatl Carrasco, director de la Casa del Migrante de Saltillo.

La Casa del Migrante de Saltillo ofrece ayuda humanitaria a la población transmigrante de paso por esta ciudad. Además se documentan casos de tortura, agresiones, secuestros, extorsiones y otros abusos que sufren las personas migrantes en transito por México. También les apoyan con asistencia legal para poder denunciar los ataques de que son víctimas.

Debido a las reiteradas agresiones sufridos por el equipo de la Casa del Migrante, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha otorgado desde el año 2010 medidas cautelares para salvaguardar su seguridad.

El trabajo de la Casa del Migrante de Saltillo ha recibido reconocimientos como el premio Lettelier-Moffitt otorgado por el Institute for Policy Studies de Estados Unidos.

Desde febrero de 2014 Brigadas Internacionales de Paz mantiene un proceso de acompañamiento de protección al equipo de la Casa del Migrante de Saltillo.

 

Alberto Xicoténcatl, defensor de derechos humanos de personas migrantes

Mi nombre es Alberto Xicoténcatl Carrasco. Trabajo con población migrante, el 99 por ciento son extranjeros indocumentados en tránsito por México que van a Estados Unidos. Soy psicólogo social y desde esta formación abordo el tema migratorio y todas sus complejidades.

Colaboro en una organización conocida como la Casa del Migrante de Saltillo, su nombre legal es Frontera con Justicia A.C. Estamos ubicados en Saltillo que es la capital de Coahuila, un estado en la frontera entre México y Estados Unidos.

Foto: Alberto Xicoténcatl Carrasco, director de la Casa del Migrante de Saltillo © PBI México

Nunca logré entender ni aceptar que pequeños grupos tuviéramos acceso, por ejemplo, a una educación universitaria y que un enorme sector de la población viviera con tantas carencias de salud, de educación, de todo, por eso decidí trabajar contra los desequilibrios en la sociedad. He trabajado en desarrollo comunitario indígena, en educación con población vulnerable a calle, niños y adolescentes y con comunidades indígenas. La vida me llevó a entrar al tema migratorio.

Antes yo y mis compañeros y compañeras de la Casa del Migrante nos definíamos como gente que intentaba acompañar a los migrantes. Ser defensores de derechos humanos era un traje demasiado grande y lo dejábamos a las grandes organizaciones. Para nosotros los defensores son los que hacen cambios estructurales y nos ha costado darnos cuenta de que los cambios que impulsamos junto con la población están siendo cambios estructurales. En Saltillo, cuando llegamos, la comunidad recogía firmas para que nos fuéramos y los vecinos apedreaban la casa. Hoy, esa misma gente, nos lleva la comida para las personas migrantes. Ese es un cambio estructural, un cambio que transforma la realidad. Ahora ya nos asumimos como defensores de derechos humanos.

Este trabajo tiene un precio, un precio alto en el ámbito personal. El tiempo que se le dedica a la familia, a la pareja, al descanso se va acortando. No puedo tomar esto como un trabajo sino que es una forma de vida. Este trabajo llega a ser como un niño dependiente de ti y hay que renunciar a cosas, a poder hacer otros estudios, a una vida convencional, a desconectarte en las vacaciones.

La Casa del Migrante en Saltillo: la lucha por los derechos de la población migrante

Demandamos que se respeten el derecho al libre tránsito, a la propiedad privada, a un proceso justo, al debido proceso, a una nacionalidad, a un refugio, a la protección internacional, a una vida libre de violencia y a la salud para toda la población migrante y transmigrante.

Lo que nos mueve como equipo en la Casa del Migrante es el dolor innecesario que sufre la gente migrante cuando violan sus derechos. No es un dolor natural por una enfermedad, sino un dolor causado porque se niega la existencia de derechos de estas personas. Trabajamos para que se minimice ese dolor que no es natural. Esto requiere mover estructuras y echar mano de conocimientos que no teníamos y que tenemos que aprender a la marcha. Aquí en México, lo básico es un cambio legislativo. Este es un tema que hemos impulsado con nulos resultados. La actual política migratoria es consecuencia de un sistema económico y las poblaciones empobrecidas están pagando el costo, el sistema los obliga a migrar, los convierte en migrantes, porque no hay otra opción. Legalmente no existen, la ley no permite la documentación de estos migrantes empobrecidos. Lo primero sería sacarlos del anonimato y darles reconocimiento jurídico, después sería necesaria una campaña para que el estado garantizara que se respeten sus derechos.

Yo no puedo impedir que se frene la emigración, por mucho que yo trabaje no va a ser libre. Entonces, si se va a frenar, si va a haber un control migratorio, que se haga lo más humanamente posible. Dicen que los migrantes son tratados como mercancía, pero no es cierto, las mercancías se cuidan y tienen que llegar a su destino intactas y los migrantes ni siquiera eso. Suena terrible, pero el objetivo es luchar para que los traten al menos como a las mercancías, que los cuiden, que lleguen a los Estados Unidos o los manden de regreso intactos psicológica y físicamente.

Como hacer frente a las agresiones y la violencia

Todo el equipo hemos sufrido agresiones, ataques, hostigamientos y amenazas de muerte. Cuando eso ocurre la vida se transforma completamente. El tema de la seguridad es de todos los días porque no sabemos cuando pueden venir las agresiones. Uno se tiene que cuidar siempre, cada tramo, no puede decir, hoy no me importa. Las agresiones han aumentado desde el 2009 hasta la fecha. Hay periodos de tensa calma, puede haber meses que no pasa ningún incidente, pero después de un tiempo la tensión se reactiva.

Cuando defiendes derechos humanos estas son las limitaciones. Pero uno elige, elige no tener esas libertades. No puedo darme el lujo de regresar a las 5 de la mañana de una boda, de no revisar que las puertas estén cerradas. Parece algo sencillo pero al final la vida cambia. Cuando se hace una actividad hay que avisar a algún compañero de adonde vamos, a que hora llegamos, la vida privada ya no es tan privada. Hay que cuidar lo que uno escribe en redes sociales, no tengo la libertad de expresarme como yo quisiera porque se podría malinterpretar y afectar a la organización.

Un ejemplo de agresión fue un acto de desprestigio de las autoridades en el 2013. Documentamos 35 casos de tortura cometidos por la policía municipal contra personas migrantes. Se cometieron agresiones sexuales a mujeres, torturas a los papás delante de las niñas y niños, choques eléctricos en los genitales, poner agua con gas y picante en las fosas nasales. Pensábamos que aquí estas cosas ya eran pasado, porque esta es una ciudad pequeña, muy pegada a Estados Unidos. Lo hicimos público, se hizo un escándalo mediático y las autoridades nos llamaron. Nos dijeron que estaban muy preocupados, que iban a investigar y que iba a haber sanciones ejemplares porque eran actos que afectaban la imagen pública del estado. Sin embargo, las mismas autoridades dijeron ante la prensa y la televisión que habíamos inventado los casos y que éramos una organización que buscaba sólo financiamiento internacional. Hablaban de desvío de recursos de mi parte y de que los casos no existían. Empezó una campaña diciendo que estábamos apoyando a delincuentes, porque esos migrantes supuestamente torturados realmente eran parte de la delincuencia organizada.

Foto: Viacrucis migrante en Saltillo, iniciativa que voluntarios del equipo norte acompañaron © PBI México

Parte de la comunidad nos conoce y tenemos soporte social, pero otra parte se queda con muchas dudas: ¿y si es cierto? ¿y si realmente hay desvío de recursos?, ¿y si realmente por cada escándalo reciben dinero y Alberto se está haciendo millonario?. Estas campañas de desprestigio nos hacen regresar hacia atrás y deshacen pasos que costó años andar.

En Coahuila hay un grupo de policía estatal de élite que persigue delitos federales, muy armado y con formación castrense (militar). También en el 2013 llegaron a la Casa del Migrante e intentaron meterse con el pretexto de que adentro estábamos albergando delincuentes. Nos amenazaron diciendo que la siguiente vez iban a entrar por la fuerza. Dijeron: sabemos por donde entrar y vamos a entrar. Llegaron armados, con pasamontañas, sin mostrar la cara y sin portar identificaciones.

También hemos tenido amenazadas de los que llamamos delincuencia organizada. Camionetas de lujo han rodeado la Casa del Migrante, paran a la puerta y toman fotografías. En el albergue colaboraban con unos voluntarios alemanes, un comando armado les amenazó e intentó ingresar a la Casa del Migrante, entonces la embajada alemana les pidió que salieran del país. A uno de mis compañeros lo detuvieron, le amenazaron y le quitaron su teléfono celular. Hace tres años, cuando yo llegaba a mi domicilio, intentaron bajarme del automóvil, pude reaccionar rápido y escapar pero fue a la puerta de mi casa y me decían que sabían ya donde vivía.

Algunos compañeros cuando que empezaron estos ataques decidieron retirarse. Los que hemos quedado tuvimos la fuerza para aguantar porque sabemos que sabemos como reaccionar, uno tiene que cuidarse, pero no nos hemos quedado con miedo. No vivimos asustados sino alerta y eso lo hemos aprendido con la práctica. Uno se acostumbra a vivir en riesgo. Esto no quiere decir que no afecta, claro que vivir alerta conlleva desgaste psicológico. Pero como equipo compartimos mucho y parte de los espacios que nos damos es preguntar como estás, como te sientes.

Para que sirve la presencia de una organización de derechos humanos como PBI en Saltillo

En Saltillo una organización como PBI ayuda a que no sentirse solos. En el Norte somos pocas las organizaciones de derechos humanos. La comunidad de defensores en Ciudad de México tiene redes establecidas, se comunican constantemente, se reúnen, allí hay foros, conocimientos.

Sin embargo el norte es una zona industrial, aquí las universidades orientan sus carreras y sus ofertas educativas a temas de tipo empresarial o económico. Al final los que nos dedicamos a temas sociales o de derechos humanos somos bien poquitos. Tenemos pocas posibilidades para capacitarnos, para poder pensar y reflexionar juntos e idear estrategias para garantizar la seguridad. Entonces es importante que llegue una organización que, en la medida de sus posibilidades, es neutral y tiene un sistema de presión pacifista, como PBI. Nos trae una alternativa de acercamiento a estos pensamientos, nos ofrece formas de trabajo que a lo mejor no tenemos tan accesibles y además coloca ojos aquí, donde no hay ojos. ¿Cuantas organizaciones internacionales están presentes en el norte del país en sitios como Saltillo?, no hay. La presencia de PBI nos hace sentirnos acompañados por alguien que comparte el lenguaje, que comparte objetivos de lucha institucional y personal y que al mismo tiempo te acompaña en el trabajo y defiende tu derecho a defender los derechos humanos. Esta presencia la asumes como una plataforma que si no está PBI no hay quien te la de. El trabajo cuando se comparte, se carga con más ligereza, ya no es tan pesado, por eso ayuda mucho y es importante que una organización como PBI esté aquí.

Foto: Integrantes de la Casa del Migrante de Saltillo y población migrante durante un taller de seguridad impartido por PBI © PBI México

Un ejemplo del apoyo que ofrece la Casa del Migrante: La historia de una migrante salvadoreña indocumentada

Hace como tres años, llegó una migrante de El Salvador. Vino por violencia intrafamiliar, su esposo la golpeaba y la amenazaba con matarla. Su idea era huir de la violencia del esposo. Cuando llega a Guatemala es explotada sexualmente, por su vulnerabilidad fue la víctima perfecta. Logra escaparse de los tratantes y viene a México. En México lo que hace es caminar ya sin un sentido y llega hasta Saltillo. Ella no se considera como una víctima. Al huir del esposo había abandonado a sus hijos, ella se sentía culpable de ese abandono y creía que lo que pasó en Guatemala lo merecía. Ella decía, es el costo que tengo que pagar por ser peor que una perra, porque un animal no abandona a sus hijos. Esto que pasó me lo merezco.

Le propusimos que solicitara refugio. Fue el primer caso de refugio que acompañamos como organización. Acompañamos también el proceso de recuperación psicológica que ella necesitaba para que se asumiera como víctima de un sistema, de un esposo, de una red de trata de personas, para luego verse como sobreviviente y ver que capacidades tenía para salir adelante. Afortunadamente se le dio el refugio y ella se asume como una víctima. Empieza un proceso de empoderamiento fuerte, logra independizarse de la Casa del Migrante y conseguir un trabajo. Ha tenido muchos problemas en sus trabajos porque, a pesar de está regularizada en México, los empleadores la siguen mirando como una migrante y tiene que luchar por sus derechos laborales, pero ha logrado salir adelante. Ella ha podido regresar a su país para reencontrarse con sus hijas, para pedirles perdón por lo ella piensa que tiene que pedirles perdón. Ella misma sabe que sus hijas han logrado cierta edad y son capaces de tomar decisiones. Ella las ha invitado a venir a México pero las hijas no quieren. Entonces ella dice, “es su libertad no venir conmigo, pero es mi libertad no regresar al Salvador, yo voy a vivir en México, claro que me da tristeza y me duele despedirme pero asumo que tienen una vida, y yo tengo la mía y quiero vivirla en México”.

Hasta la fecha seguimos acompañando su proceso de salud mental. Es un trabajo complejo acompañarla psicológicamente, pero que creo que es uno de los casos que vemos muy exitoso, una buena práctica.

 

* La entrevista fue elaborada por Susana Nistal y la traducción por Annie Hintz