Articulo publicado en el Boletín especial 15 años, octubre 2009
Francesca Nugnes, voluntaria de Italia (2008-9)
A consecuencia de los contínuas amenazas, los fundadores de la Fundación Manuel Cepeda Vargas buscan exilio en Francia. La psicóloga Claudia Girón recuerda los cuatro años de destierro.
Claudia Girón, junto con Iván Cepeda, es fundadora de la Fundación Manuel Cepeda Vargas. PBI les acompaña desde 1998. Desde su nacimiento en 1994, la Fundación se ha dedicado a una incansable labor por la justicia. Su trabajo se basa en la convicción de que los avances en la lucha contra la impunidad en Colombia dependen esencialmente de la acción de las víctimas. Entre los diversos frutos resultado de su actividad destaca el hecho de haber promovido diversos procesos de memoria y de verdad histórica sobre crímenes de lesa humanidad, una fuerte aportación a la organización y visibilidad pública de las víctimas, la contribución al reconocimiento de la responsabilidad estatal en el genocidio perpetrado contra la Unión Patriótica y el desarrollo de una amplia labor de difusión de los derechos humanos en los medios masivos de comunicación. Claudia, además de desempeñarse en la Fundación, es profesora de psicología en la Universidad Javeriana.
PBI: ¿Por qué Iván Cepeda y tú decidísteis salir exiliados y cómo valoras este periódo?
Claudia Girón: En 1998 empezaron fuertemente las amenazas debido a que habíamos logrado que la justicia sancionara a los militares implicados en el asesinato de Manuel Cepeda, el papá de Iván. En abril del 2000 salimos del país. Tocaba salir para bajar la tensión, y a través de Amnistía Internacional y la Universidad Católica de Lyon logramos obtener dos becas para un programa de posgrado de dos años. El exilio siempre es duro pero en nuestro caso los primeros dos años fueron bien invertidos. La idea siempre fue volver. Sin embargo, cuando íbamos a regresar en el 2002, nos dijeron país. Tocaba salir para bajar la tensión, y a través de Amnistía Internacional y la Universidad Católica de Lyon logramos obtener dos becas para un programa de posgrado de dos años. El exilio siempre es duro pero en nuestro caso los primeros dos años fueron bien invertidos. La idea siempre fue volver. Sin embargo, cuando íbamos a regresar en el 2002, nos dijeron que no había garantías para nuestro regreso porque Carlos Castaño había hecho unas amenazas públicas y nos había señalado como parte del Frente Manuel Cepeda de las FARC en Bogotá. Nos dijeron que era mejor quedarnos. Fue la etapa más dura porque ya no estábamos como estudiantes y tuvimos que hacer muchos esfuerzos.
PBI: ¿Cómo fue el regreso a Colombia después de cuatro años de exilio?
CG: Regresamos en abril del 2004. El regreso fue muy liberador porque nosotros queríamos volver. El exilio no tiene sólo que ver con la supervivencia y con el hecho de estar fuera de manera forzada, sino también con la condición en la cual están los compatriotas. Eso duele mucho. La red se rompe, las familias se rompen. El miedo da motivo a la gente para no volver. La gente vive en un paréntesis de nostalgia y tristeza y en muchos casos la gente nunca se adapta a las sociedades donde están y no se sienten parte de un nuevo mundo, sino aislados. El exilio es una condición muy complicada existencialmente. Yo, como lo duro que es el haber sido alguien en tu país y llegar a un país donde uno se vuelve un ser monotemático, porque sólo habla de lo poco que conoce. Son sólo algunos los casos de personas que han logrado meterse en la sociedad y aportar sin olvidarse de lo que son, sin olvidar sus historias. Eso tiene mucho que ver con la actitud que tiene la gente y con el desafío que implica no dejar de ser lo que uno es pero aprender a ser distinto.
PBI: ¿Cómo empezó el acompañamiento de PBI y cómo lo valoras?
CG: PBI empezó a acompañarnos puntualmente en 1998-1999. Cuando regresamos en 2004 el acompañamiento fue más permanente. Empezamos a trabajar con otras organizaciones el posicionamiento del Movimiento Nacional de Victimas de Crímenes de Estado en la coyuntura de la Ley de Justicia y Paz, que para nosotros es una ley excluyente de las víctimas. Desde 2004 hasta ahora hemos tenido el acompañamiento de PBI, sobre todo cuando vamos a regiones, y en algunos casos también en Bogotá. Para nosotros el trabajo de PBI es fundamental para sentirnos tranquilos y seguros. Sobre todo ir a regiones con PBI nos da mucha más seguridad.
PBI: ¿Hoy en día cuál es el reto más fuerte que tienen que enfrentar las organizaciones nacionales e internacionales?
CG: El reto más fuerte en este momento es confrontar las tácticas de estigmatización que está generando este Estado para deslegitimar nuestro trabajo, el de ustedes y el nuestro. El reto es generar mucha más legitimidad. En el caso de ustedes creo que es importante hacer más costosa la actitud del Estado de estar descalificando a personas que están haciendo un trabajo serio, que no tiene nada que ver con ninguna acción ilegal ni armada. Nosotros, las ONG colombianas, no hemos sido suficientemente contundentes con el tema de las chuzadas1. Esto es un escándalo. El Estado está endilgándonos la legitimidad a través de acciones ilegítimas que son punibles con los códigos nacionales e internacionales como la difamación, la calumnia y las interceptaciones ilegales.
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1 Claudia Girón se refiere al seguimiento illegal realizado por el DAS durante los últimos años. «El espionaje era peor», Semana, 25 de abril 2009