«El exilio es una carga pesada. Salí de Nicaragua sin planificarlo en horas de la madrugada por la frontera sur del país, intentando protegerme de un inminente daño. Iba cargado de mucha incertidumbre y de muchos temores, sin saber lo que me iba a pasar.
Dejar tu país donde tenías trabajo, tu casa, tu familia, para un país donde no tienes una red, es muy complejo. Si bien Costa Rica nos ha abierto las puertas, en el exilio se viven muchas necesidades y pienso que el país no estaba preparado para enfrentar el problema que implica el desplazamiento forzado de más de 80.000 Nicaragüenses. Además, siento que aquí la gente no logra entender toda la dimensión de lo que se está viviendo a unos cuantos kilómetros de acá.
En medio de lo difícil que han sido estos dos años y medio en el exilio, considero que estoy en una situación de privilegio, porque aquí me encontré con otras compañeras y compañeros defensores, personas con las cuales comparto la misma aspiración de una Nicaragua libre y democrática. Juntos, nos dimos cuenta que el único camino que quedaba era organizarnos y continuar nuestra lucha de forma colectiva. He aprendido en la práctica que la vida en la colectividad es mejor, el juntarse con personas que piensan como tu y el organizarse, potencia tu acción y te ayuda a sobrellevar los costos personales que implica el exilio.
Gracias al apoyo fundamental de varias organizaciones, nos pudimos conformar formalmente para poder seguir haciendo lo que sabemos hacer: resistir, defender y promover los derechos humanos y acompañar a las víctimas que se encuentran en Nicaragua y en Costa Rica en su lucha para visibilizar sus demandas de justicia.
Nunca como ahora Nicaragua había vivido tanta injusticia, dolor, y tragedia. Sin duda vivimos el contexto más hostil para la promoción y defensa de los derechos humanos en la historia de Nicaragua.
El 2021 es un año muy complejo, porque el país cuenta con un nuevo marco legislativo que favorece en absoluto a la persecución, la judicialización y la a criminalización de personas defensoras de derechos humanos, periodistas, activistas y cualquier voz que resulta ser incómoda para el gobierno. Por aquello, a pesar de los numerosos retos, el exilio nos ha permitido hablar para quienes no tienen voz, porque ya no estamos en un contexto altamente represivo sino en un espacio que nos ofrece mayores garantías de seguridad que en Nicaragua. En este sentido, tenemos la responsabilidad de seguir demandando justicia, con el corazón, entusiasmo y compromiso en Nicaragua y en la causa de la libertad.
Lo que nos queda frente a contextos hostiles y tan llenos de odio es resistir y luchar en la medida de nuestras posibilidades, desde métodos no violentos y el autocuidado.»
Juan Carlos