«Mi activismo no empezó en abril de 2018. Estoy en el activismo desde que tengo uso de razón y siempre he sido muy constante, desde mi territorio en la Costa Caribe, una región invisibilizada con la cual Nicaragua tiene una deuda histórica.
Si bien ser activista es un compromiso de 24/7, cuando llegué a Costa Rica en 2019, fue muy difícil, porque no es lo mismo hacer activismo en tu tierra que hacerlo en tierra ajena. Une se enfrenta con múltiples desafíos como la aceptación social en un país marcado por un fenómeno social de discriminación racial y étnica, el hambre, sumado con la pandemia.
Sin embargo, a pesar de encontrarnos en un limbo, desde la solidaridad con nuestra lucha y con nuestras redes que siguen en Nicaragua, las personas activistas en el exilio no hemos podido parar. Desde las tripas y el corazón, seguimos visibilizando los atropellos que azotan nuestro país, siendo las voces y los ojos críticos de quienes siguen allá y no pueden salir a manifestarse en las calles, para que no se olvide la lucha de abril de 2018. Desde la distancia, somos testigos de todas las violaciones de derechos humanos que se están cometiendo en nuestro país y no podemos quedarnos con las manos cruzadas, ni dejar que se apague esta chispa de la lucha cívica y pacífica que abrió la rebelión de abril. Así es como guardamos la esperanza.
Creo que una de las cosas gratificantes del exilio ha sido el poder organizarse y poder crear estos tejidos que yo veo como una fuerza, en el sentido de que estamos tejiendo redes para que nuestra lucha sea sostenible, dejando huellas y abriendo camino a las demás personas que tengan que exiliarse.»
Dark Star