«El exilio es un atentado al proyecto de vida de cualquier persona que ha tenido que salir de su país para salvaguardarse. Llegué a Costa Rica el 30 de diciembre del 2018 después de que atentaran contra la organización de derechos humanos para la cual trabajaba. Salir por la montaña y caminar con esta tensión constante de que te agarren, dejar tu país para buscar refugio en otro, crea emociones indescriptibles. Independientemente de cómo vivas o dónde vivas, el desplazamiento forzado y la separación de tu familia o tu entorno es algo desgarrador, y es muy complejo plantearse hacer una nueva vida en un país donde difícilmente sientes que dejarás de ser un eterno otro. Si bien mi cuerpo está fuera de mi país, mi corazón, mis pensamientos, y mis acciones yacen allá, por lo que me es imposible desconectarme de Nicaragua, más aún en mi labor como defensor.
Seguir en la lucha es una manera de aliviar el dolor permanente que representa el exilio. Además, los sueños y derechos a vivir en un país en libertad por los cuales fueron segadas centenares de vidas son los que me dan fuerza para seguir trabajando por los derechos de mi pueblo y ser una voz que acompaña a las víctimas y que denuncia los atropellos del gobierno nicaragüense .
No renunciaré, por las ilusiones de retornar a mi país y de reencontrarme con mi familia en un lugar donde no se castigue el pensamiento y la palabra, donde podamos desarrollarnos plenamente y tengamos la garantía de poder circular en nuestras calles sin que un fusil de guerra nos apunte.
¡Es un sueño, una ilusión y un derecho, retornar al país que es nuestro!»
Gonzalo